jueves, 16 de octubre de 2008

Vivencia 1: cómo sus ojos se apagaron...

Los hechos y sucesos de tu vida, van marcando cómo eres, van conformando tu personalidad, tu forma de actuar ante determinadas situaciones, y van guiando tus emociones, por eso creo que las emociones no se pueden definir. Podemos conseguir aproximarnos a una idea de lo que una emoción significa para toda la humanidad, pero lo que está claro es que para mí, la felicidad no es lo mismo que para ti, ni el amor, ni el odio… Estas emociones, también van cambiando a lo largo de las distintas etapas de tu vida.

Cuando era una niña, existía una persona en mi vida que significaba mucho para mí, era mi padrino. ¿Has sentido alguna vez que eres la persona más especial del mundo? Él me hacía sentir así, es más, yo creo que para él lo era. No eran sus palabras, que siempre eran dulces, halagadoras y sosegadas, ni sus abrazos…, ni sus besos… Eran sus ojos. Cuando él me miraba, sus ojos se transformaban, no eran los mismos ojos que miraban al resto de la gente. Adquirían un brillo especial, casi mágico, y mostraban una inmensidad sólo comparable a la del océano. Cuando estaba entre sus brazos, sentía que nada ni nadie podría perturbar ese momento, es más, sentía que en el mundo sólo estábamos los dos.

Conforme iba creciendo, veía que la gente que me rodeaba no tenía el mismo concepto que yo de mi padrino, y no podía entenderlo. ¿Cómo alguien tan dulce podría ser de otra manera? Oía a los adultos hablar, hablaban de su carácter brusco, de su tozudez, y de otras tantas cualidades de su persona que no encajaban para nada con lo que yo conocía. Pero para mí no existía esa persona, sólo existía “mi padrino”. Incluso cuando maduré, y me convertí en adulta, nunca supe ver más allá de lo idílico de mi relación con él.

Se hizo mayor, su mujer murió, y se quedó sólo. Y aquí es donde quería llegar, ¿significa lo mismo la “soledad” para todas las personas? No. Evidentemente no. Porque la soledad, ¿puede hacer a una persona tomar la decisión de terminar con su vida? Pues seguramente a algunas personas sí. A mi padrino sí. ¿Por qué si no, iba a atar una soga a una tubería de su casa?, ¿y por qué si no, la pondría alrededor de su cuello?, ¿por qué si no, decidiría apagar la luz de sus ojos?

Si quieres saber algo de mí…, no, no le temo a la soledad, es más, si hay algo en el mundo que adoro, es estar sola. De ahí mi estúpida idea de que las emociones no significan lo mismo para todos. 

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